La economía de Estados Unidos parece estar encaminada a enfrentar una situación insostenible debido al vertiginoso crecimiento de su deuda. En las últimas décadas, el aumento de la deuda nacional ha sido alarmante, lo que plantea la posibilidad de consecuencias importantes en los mercados financieros y en el valor del oro. Desde 1981, cuando la deuda era de 900.000 millones de dólares, ha escalado hasta 36 billones en la actualidad, con una tasa de crecimiento anual del 9%. Si esta tendencia se mantiene, la deuda se duplicaría aproximadamente cada ocho años, llegando a más de 40 billones para 2025 y, eventualmente, alcanzando los 100 billones antes de 2036.
Este ritmo de endeudamiento podría tener efectos profundos sobre la estabilidad económica de EE.UU. La relación deuda/PIB, que en 1971 era del 39%, ha aumentado hasta el 122%, lo que indica que el país está recurriendo cada vez más al endeudamiento para sostener su crecimiento. Si el PIB no crece al mismo ritmo que la deuda, se generaría una mayor dependencia de ésta, incrementando el riesgo de una crisis financiera. Bajo este escenario, se requerirían niveles cada vez más altos de deuda para mantener a flote la economía, lo que podría deteriorar aún más su estructura.
Uno de los primeros indicios de la presión que esta situación genera en los mercados es el incremento en las tasas de interés. Aunque la Reserva Federal ha insinuado posibles recortes en el futuro, los mercados no parecen compartir ese optimismo. El rendimiento del bono del Tesoro a 10 años ha subido 0,6% en las últimas semanas, reflejando la expectativa de que las tasas de interés seguirán en ascenso. A mediano plazo, podrían volver a superar el 10%, algo no visto desde los años 70, como respuesta al crecimiento desmedido de la deuda.
Este contexto de tasas más elevadas podría también afectar la inflación. A medida que el gobierno sigue emitiendo deuda para cubrir sus déficits, el valor del dólar tiende a erosionarse. Desde que se eliminó el patrón oro en 1971, el poder adquisitivo del dólar ha disminuido significativamente. Si esta tendencia continúa, es probable que inversores y gobiernos busquen activos más seguros para proteger su capital, y el oro podría ser uno de ellos.
El precio del oro ha aumentado un 150% desde 2016, y los analistas no descartan que siga al alza. Actualmente, sólo el 0,5% de los activos financieros globales están invertidos en oro, lo que equivale a unos 3,6 billones de dólares o 43.000 toneladas de este metal precioso. Si la demanda aumentara a los niveles históricos del 2,7% de los activos globales, como ocurrió en 1980, el mundo requeriría unas 230.000 toneladas de oro, lo que excede por mucho todo el oro extraído hasta ahora. Con una producción anual de aproximadamente 3.000 toneladas, el suministro es limitado, lo que podría elevar su precio.
Además, gran parte del oro físico está concentrado en países como China e India, mientras que en los mercados occidentales predominan las transacciones basadas en «oro de papel», es decir, contratos respaldados por promesas de entrega de oro en lugar de por el metal físico. Si los inversores comenzaran a exigir la entrega física de ese oro, es factible que se produzca una disrupción en el sistema financiero, ya que no habría suficiente metal para respaldar las demandas. Algunos expertos sugieren que este esquema podría asemejarse a un «Ponzi», debido al riesgo de incumplimiento en la entrega física del oro prometido.
En este entorno, países como los BRICS podrían estar aprovechando la relativa apatía de Occidente hacia el oro para acumular reservas a precios aún accesibles. Estas naciones podrían beneficiarse de una futura revalorización del oro si se desata una crisis económica global en la que este metal vuelva a ser un refugio clave. Además, algunos bancos centrales ya están diversificando sus reservas en dólares hacia el oro, anticipando una posible devaluación del billete verde.
Así, el oro se perfila como una opción de refugio seguro ante la incertidumbre económica. Históricamente, en tiempos de crisis, el oro ha demostrado su capacidad para mantener su valor o incluso incrementarlo. Si la deuda de EE.UU. sigue en aumento, acompañada de mayores tasas de interés y un dólar debilitado, es probable que el oro continúe su senda alcista. La oferta limitada y la creciente demanda podrían acentuar este fenómeno, impulsando aún más su precio.
Aunque es imposible predecir con certeza, el panorama económico de EE.UU., con un endeudamiento creciente, presiones inflacionarias y tasas de interés en ascenso, refuerza la idea de que el oro se consolide como un activo atractivo para los inversores en busca de seguridad. Aquellos que tomen medidas anticipadas frente a esta posible revalorización del metal precioso podrían estar mejor posicionados en un escenario de creciente volatilidad financiera.