El precio del oro alcanzó un hito histórico al superar los 3.000 dólares por onza, marcando un récord sin precedentes. Este incremento se debe principalmente a la incertidumbre geopolítica y a la creciente demanda de los bancos centrales, que han intensificado sus compras para diversificar sus reservas y reducir su dependencia del dólar.
En el último año, el oro ha experimentado un notable repunte, consolidándose como un activo refugio frente a la volatilidad financiera y las tensiones globales. El conflicto entre Rusia y Ucrania, junto con las sanciones occidentales, ha llevado a muchos países a buscar alternativas más seguras para proteger sus economías. Además, la persistente incertidumbre en los mercados bursátiles y los riesgos inflacionarios y de recesión han reforzado el atractivo del metal precioso.
Entre los factores clave que han impulsado este aumento se encuentran las compras agresivas de bancos centrales, las tensiones geopolíticas en Europa, Medio Oriente y Asia, y los temores relacionados con la inflación y la política comercial de Estados Unidos. En conjunto, estos elementos han situado al oro como una de las principales opciones para los inversores en tiempos de incertidumbre.